“¡Chávez, te amo!”, “¡Chávez somos todos!”, “¡Chávez no
murió, se multiplicó!”, gritaban hombres y mujeres, con lágrimas cruzándole el
rostro mientras veían pasar el carro fúnebre que transportaba el cuerpo del
presidente Hugo Chávez desde el Hospital Militar, el 6 de marzo, hacia la
Academia Militar, en donde el pueblo chavista fue a despedirlo, con dolor, pero
con la promesa de que continuarían con su legado político e ideológico.
Desde que apareció Chávez en la escena política con unos
breves minutos en la televisión para asumir la derrota y responsabilidad de la
rebelión del 4 de febrero y el “por ahora”, de unos objetivos que no fueron
logrados, el pueblo lo reinterpretó y se apropió de una frase para seguir a un
líder que rescató el ideal bolivariano y que luego acompañó con socialismo.
El pueblo chavista que lo acompañó se sintió partícipe de
una historia de cambios en Venezuela. Pero, no todo fue idilio. La sola mención
de chavismo en sus inicios fue utilizada por quienes lo adversaban con la
connotación de la descalificación y los medios de comunicación lo satanizaron
mediante la reducción y manipulación. En ciertos momentos, el presidente Chávez
llegó a dudar de la utilización de su apellido como expresión política e ideológica
porque él rescataba a Bolívar. Y entonces “bolivariano”, también pasó a ser una
mala palabra.
En 14 años de gobierno, con golpe de Estado y sabotaje
petrolero incluido, Chávez fue dando respuesta en la batalla de las ideas a las
adversidades y generó propuestas que terminó conformando un ideario político
que será demandado por un pueblo que lo palpó y admiró con devoción porque
rompió con los esquemas conservadores de las investiduras presidenciales. Su
testamento político, como lo definió Nicolás Maduro, quedó plasmado en el
programa de Gobierno que presentó para las elecciones del 7 de octubre de 2012:
el Plan de la Patria. Ahí están las bases de una promesa que, sin duda, Chávez
cumpliría al pie de la letra, como hizo con todas las promesas, siempre que
éstas fueran refrendadas por el soberano en elecciones populares.
En su alocución del 8 de diciembre de 2012, Chávez finalizó
con “hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque. Hoy tenemos pueblo…”. Lo dijo
con el convencimiento de quien fue victorioso en contiendas políticas y
electorales, que logró darle al soberano la posibilidad de construir una nueva
República con una Constitución bolivariana, que marcó la agenda política,
económica y social, no sólo de Venezuela, sino de Latinoamérica. Sólo un golpe
de Estado perpetrado el 11 de abril 2002 por sectores de la oligarquía nacional
e internacional lo separó de su mandato constitucional por alrededor de 48
horas. Y el pueblo lo rescató.
Cuando fue amenazado nuevamente con sacarlo de la
presidencia por medio de un sabotaje petrolero y referendo revocatorio, también
venció unido a lo más importante de la revolución bolivariana: el pueblo.
En cada elección fue vencedor y lo asumió con la humildad
que enseñó el mariscal Sucre: “Gloria al vencedor, honor al vencido”. Y con el
legado de Simón Bolívar se planteó la independencia traicionada con la cuarta
República.
Los humildes que se identificaron con Chávez entendieron
que su misión política fue por ellos, para que vivieran con dignidad. Ahí puso
todo su empeño, toda su existencia y acudió a una campaña electoral el 7 de
octubre de 2012, la última, donde también venció, pero que su salud quebrantada
no perdonó.
Hoy, Chávez es nuevamente victorioso porque despertó en el
pueblo la dignidad y la soberanía. Quienes creen que con su desaparición física
se acaba su ideario político, se equivocan. Chávez quedó sembrado para siempre
en Venezuela y América Latina.
Raúl Cazal
Le Monde diplomatique, edición venezolana
Año V. Número 51
Caracas, marzo-abril de 2013.
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