20.3.11

“Inventé un Marx para mi propio uso”

Entrevista con Juan Barreto


Por Raúl Cazal


Entre guacamayas reales y de madera, Juan Barreto Cipriani fijó su residencia desde hace casi una década en Prado de María (El Cementerio) después de haber vivido buena parte de su vida en El Valle, en donde comenzó su militancia con apenas 14 años de edad en las filas del Partido Revolucionario de Venezuela, mejor conocido por sus siglas: PRV. Allí no duró mucho tiempo debido a que sus amigos se encontraban en la Liga Socialista y cambió inmediatamente de partido.

En las discusiones siempre va tomado de argumentos sustraídos de las lecturas del “pana Marx” y del “camarada Lenin”, como suele mencionarlos siempre con una sonrisa de cómplice. Llegó a ser dirigente estudiantil en la educación media y, más tarde, en la UCV, fue el principal redactor del manifiesto “Los estudiantes tomamos la palabra” que dio inicio a la creación del Movimiento 80.

Las circunstancias hicieron que fuera fundador del periódico Letras y por tener una visión de colectivo compartió la dirección con cuatro compañeras y compañeros. Fue delegado estudiantil en el Consejo Universitario de la UCV, diputado y Alcalde Mayor de Caracas. Sus escritos cabalgan entre la filosofía, la sociología y la informática, pero sin desprenderse de la silla de montar del marxismo.

–Me inventé un Marx para mi propio uso, que me permite explicar los procesos de la comunicación desde la teoría del valor: la comunicación como puro valor de uso. Bajo esa premisa escribí Multiplicidad de Marx, en donde explico el fin del valor de cambio, porque vivimos un momento de plena fetichización de la realidad como mercancía dentro de un dispositivo que se llama actualidad.

Lo anterior lo dice entre risas, por la dificultad que genera resumir un libro de un marxista que revela a un Marx “subsumido” por las ideas de Spinoza. Interrumpe su discurso, bien para buscar un libro o mientras traza diagramas sobre un papel que recoge de la mesa. Toma en sus manos La comuna. Antencedentes heroicos del gobierno popular, su más reciente libro, y explica que es una extensa carta al “pana Marx”. En ella critica el proceso revolucionario venezolano desde el punto de vista “propositivo”, mientras revisa la experiencia histórica para ver en qué han devenido los procesos de cambios revolucionarios “para no cometer los mismos errores” y sobre todo, porque “estamos en la obligación de crear algo distinto, original”.

–Hay luchas muy dispersas, muy individuales, pero no es el producto de una construcción colectiva. Ahora es que se está intentando eso y tiene que ver con lo electoral, de cómo Chávez llega al poder, producto de un aluvión electoral, de un conjunto de gentes y fuerzas que lo acompañan, sin un partido propiamente dicho que vino a ser el MVR. Ahora él está haciendo el esfuerzo de construir un partido, que me parece que es importante, pero los partidos nacen de los movimientos sociales, de las bases y ahí está la falla de origen.


LAS CARTAS SOBRE LA MESA

–El Presidente llama constantemente a la unidad. Pareciera que hay discusiones solapadas o que no se enfrentan de manera franca…

–…que se llevan a trastienda.

–¿Tiene sentido discutir las ideas de manera franca?

–Yo tomé la decisión de escribir un “librito” donde digo mis cosas y pongo las cartas sobre la mesa.

–¿Esa no es una posición un poco individualista?

–En mi circunstancia y en mi coyuntura es la manera que tengo de intervenir. Yo soy un militante de base, no formo parte de ninguna estructura, pero creo que hay camaradas que están en mejores condiciones de confrontar las ideas divergentes que puedan estar dentro del partido.

–¿Cuáles son esas condiciones?

Barreto responde con un “Sí” que es más bien una manera de abrir una pausa y llamar la atención sobre lo que publicó en el libro La comuna. Hojea las páginas mientras menciona una de las desviaciones del partido bolchevique: la creación del Frente Popular contra el fascismo. “El frentismo más bien divide”, reflexiona con preocupación, hasta que se topa con un fragmento de la “Introducción” a La guerra civil en Francia, de Marx (1891), escrito por Federico Engels. Me extiende el libro para que lea en voz alta una página y media en donde está la máxima de que el Estado debe suprimirse porque éste “no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra”.

Una vez leído en extenso la cita de Engels, la contrapone con la de “Pepe Stalin” en su “respuesta al camarada Jolopov”, incluida en El marxismo y los problemas de la lingüística (1950), que arremete contra los “dogmáticos” marxistas por la necesidad de consolidar el Estado socialista “por todos los medios”, “si no quiere ser aplastado por el cerco capitalista”.

–Si fortalecer al Estado es una fórmula estalinista, ¿qué debe suplantar a un Estado socialista?

–El pueblo en armas. La idea de las reservas, de las milicias, que Chávez lo tiene claro. Tal vez no es el momento ni ha existido las condiciones políticas. En el programa de la Reforma Constitucional que desafortunadamente no se logró aprobar, estaba bien dibujado el cambio de la Fuerza Armada. Si algo ha salvado a la Revolución Cubana es la organización político militar del pueblo. De Cuba se critican muchas cosas, pero allá se critica hasta la manera de peinarse. En estos momentos, con el discurso de Raúl Castro y las reformas que están haciendo hay un debate “aguas abajo” que nosotros no hemos aprendido de eso.

–¿El debate fortalece a la revolución?

–La fortalece si hay un proceso de autocrítica permanente. Eso sucede en una revolución como la cubana porque en las bases del partido hay una democracia interna consolidada. Aquí, por ejemplo, se eligieron unos candidatos a diputados en una elección por las bases. ¿Y cómo fue esa elección por las bases? Bueno, que un gobernador o un alcalde tenían sus candidatos y les montaban más reuniones, los movían más, en definitiva, tenían más recursos. Entonces, es la ley de la igualdad sobre la base de la práctica de la desigualdad. Por eso, algunos de los que llegaron a diputados no son los más idóneos. Afortunadamente, las mayorías sí son idóneas. Y esto es producto de los manejos de la burocracia, es por ello que todavía no hay condiciones para desinstalar al Estado. Y no nos sentimos frustrados aquellos que estamos atorados, los que queremos comunismo ya porque somos “cabeza calientes”, porque creemos que hay que tener en el horizonte ideológico, de tu puesta en escena y de tus prácticas, ir dándole poder al pueblo en términos reales. Chávez quiso en un momento acelerar la construcción de la comuna (con la Reforma), de la ciudad comunal para comenzar a prefigurar una nueva forma de Estado, que vaya aniquilando al otro, que lo vaya acorralando y liquidando la burocracia. Hasta ahora eso no ha sido posible. Lo hemos intentado y de nuevo tuvimos que poner retroceso, pero en el horizonte ideológico que rige la revolución, está presente darle poder al pueblo.


Contra la burocracia

–¿Como Alcalde Mayor luchaste contra la burocracia?

–Cuando estábamos en la Alcaldía Mayor hicimos un decreto para entregarle camiones, galpones, un poco de cosas a la gente para que lo administrara las comunidades y cuando llegó la nueva administración se los quitó. A los del 23 de Enero intentaron quitarle el camión de basura y a los de Carapita, el autobús, porque en su lógica de burócratas suponen que lo van a hacer mejor que la gente. No comprenden que el papel del Estado es ser uno más que acompaña los procesos. En otras palabras, iguales entre los iguales, pero con un poder para orientar procesos y facilitar cosas para que luego puedas desprenderte.

–Eso es casi un contrasentido para un burócrata.

–Porque no entienden que los cargos son provisionales y que deben servir para empujar y ayudar un proceso. Es por ello que muchos funcionarios se enquistan, se anquilosan, se enchinchorran, se sienten bien con el cargo que le ha sido otorgado, cuando deberían sentirse mal y decir “bueno, pana, yo estoy asumiendo esto porque no nos queda más remedio”, o “perdóneme que tenga que ser ministro, es en contra de mi voluntad…”. No entienden que un cargo no es un privilegio, sino una responsabilidad que se le dio para empujar un proceso en una dirección.

–¿Cómo se logra que el pueblo tome el poder?

–Poniendo a participar al pueblo de manera directa en la toma de decisiones de las responsabilidades de Estado. En ir desmantelando las trampas-jaulas del viejo Estado que se reproduce como una hiedra, porque es una lógica del poder.

–Entonces, ¿quién es el enemigo?

–Son muchos, pero…

–¿La burocracia está jugando en contra de la revolución?

–Hay una cultura burocrática que es consustancial con una forma de Estado y con una lógica de ejercicio de poder. Pero el funcionario tiene que estar claro que el primer enemigo es él, que todos llevamos el enemigo por dentro, y que cuando Chávez le puso el nombre a los ministerios “Poder Popular” es para que los ministros y todos los que trabajan allí entiendan que es para darle poder al pueblo y no para quitárselo.


La renovación constante

Renovar constantemente al equipo ministerial es una de las consignas de Barreto. No lo considera “nada personal contra ningún camarada, pero tiene que haber una mayor rotación.” Aunque después el Presidente los recicla y los vuelva a incorporar, le parece que “hay un equipo que ya ha dado lo mejor de sí y que necesita relevo y ser oxigenado”.

–Con esto no quiero decir que lo están haciendo mal, pero es por eso que la gente dice que “Chávez está solo” o que “el Presidente está mal acompañado”. Es necesario que nadie se sienta indispensable, que no haya especialistas y expertos en el gobierno. El Presidente debería estar creando a cada rato ministerios nuevos y desapareciendo otros. Ante la crisis eléctrica se crea el Ministerio de la Energía Eléctrica. Mañana se acaba la crisis eléctrica, esa función la asume tal ministerio y se crea otro para las granjas chiquitas, que se ocupa de todos los conucos. Empezaron a funcionar las granjas chiquitas, entonces creamos el Ministerio de las Granjas Medianas e ir inventando siempre sobre la marcha el Estado. Disolviéndolo y recreándolo.

–Eso es lo que la oposición llama improvisación.

–Bueno, sí, qué importa. Que lo sigan llamando así. Lo importante es que dé resultados. Más ahora que estamos ante una crisis de producción de alimentos muy grave. La FAO lo acaba de advertir. El que compró a 5 años tiene asegurado este lustro, pero después hay incertidumbre. Ya toda la producción fue copada y con el crecimiento de China e India, no se sabe qué va a pasar con los alimentos. La crisis es de tal magnitud que no se encuentra ni whisky. Los chinos descubrieron el whisky y la champaña y se lo están bebiendo todo, camarada. Descubrieron el tomate y ahora todo lo hacen con tomate y no se consigue en el mundo. 300 millones de burgueses con un estilo de vida y de consumo de clase media tienen ahora en China. Eso, sin lugar a dudas, ha trastocado el modelo productivo mundial.


EL CLIENTELISMO

–¿Qué vamos a hacer ante esta crisis?

–Ahí debería haber un plan integral que cruce transversalmente todas las formas del Estado y del poder popular. Retomar todas esas cosas que Chávez ha dicho que dan frutos en otros países: producción en todas las escalas. Pero creo que no hay una voluntad política porque la gente que se mete en los partidos vienen de la tradición de Acción Democrática y Copei, que no es que sean adecos o copeyanos, sino que es una cultura política del clientelismo. Se meten en el partido no para ser un luchador social sino para conseguir prevendas.

–¿Eso existe en el Psuv?

–Creo que en el Psuv está enquistada esa cultura. Eso no es culpa de nadie porque es parte de la cultura política del venezolano. Está arraigado en las formas culturales.

–Entonces, ¿es algo generalizado en los partidos políticos venezolanos?

–Y de la forma en cómo la gente percibe la política porque ésta es un espacio para beneficiarse en términos individuales o colectivos. Eso tiene que ver con el Estado rentista que saca petróleo por un lado y por otro le entra plata. Y esa plata la tiene un aparato burocrático, que su vez es el Estado, y alrededor de él surge una “lumpen burguesía” pitiyanki, con los ojos y deseos en el Norte, pero pegada de la teta del Estado nacional, que no produce para un mercado tan pequeño como el nuestro porque no es rentable, según el modelo capitalista. Es por ello que nuestra burguesía es de maletín, que vive de la importación, de solicitar dólares para obtener ganancias con la plusvalía del capital y no del trabajo. Bajo estas circunstancias se conformó en el país grupos de poder que terminó en la tripartita: Fedecámaras, la CTV y el Estado, que discutían las condiciones del reparto. Eso hizo un efecto en la conciencia colectiva y se expresa en la forma de hacer política.


Las tareas pequeñas

Aristóbulo Istúriz lo ha catalogado como un “malandro culto” porque cada argumentación la condimenta con humor. Es por ello que tras cada opinión hay una cita que lo fundamenta “para que tenga rigor, un poquito de seriedad”. Siempre burlándose de sí mismo: “Como uno no es serio, por lo menos que el libro lo sea”.

No se considera un intelectual, a pesar de ser autor de una docena de libros. Si lo invitan a una reunión de intelectuales considerará que invitaron a la persona equivocada y se negará a asistir. Imparte cátedra en la UCV, lo hará en la UNEFA y se incorporará a la creación del postgrado de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Para Barreto “no hay tarea pequeña.”

–Se está dejando desguarnecida la base de la militancia porque los cuadros hacen las tareas grandes. Esto lo digo sin desdeñar de los cuadros y de las tareas. Pero los cuadros deben bajar a las bases, sé que es difícil porque tienen un cerro de tareas. Lo paradójico es que todos los cuadros de base apuntan hacia las tareas grandes, quieren ser dirigentes nacionales, diputados, ministros. En estos días había un problema con las Juntas Parroquiales, de cuadros nuestros protestando porque quieren ser de la junta parroquial toda la vida, de una estructura antigua, que la inventaron en la cuarta República con la Reforma del Estado a principios de la década de los 90.

–Como que no se percataron que vinieron a hacer una revolución.

–No, ellos vinieron a buscar un cargo. Es el clientelismo adeco operando desde la conciencia del “cuánto hay pa’ eso”, que critica la corrupción, pero sustrae un lápiz de la oficina, que le roba todas las mañanas 15 minutos o más cuando llega tarde al trabajo. La cultura de la corrupción es algo extendido en todos los niveles y la sociedad la critica como un todo, pero la ve en el otro. También está el discurso hipócrita de la oposición donde se reclama para sí de lo mejor, cuando toda la vida ha sido lo peor.



La máquina y las fechas

–La revolución tiene que ser una máquina de producir nuevas fechas, celebrar las anteriores, pero no quedarse en esas. Si no producimos nuevas fechas, nuevos iconos, se va perdiendo el deseo que se expresa como entusiasmo. Por ello es necesario plantearse metas como fue el de reducir el analfabetismo en dos años, el que plantea Chávez recientemente, de crear 170 mil viviendas por año, algo difícil de lograr, pero es una meta que exige al máximo al Estado, que entusiasme al colectivo y lo ponga en tensión alrededor de un objetivo. Uno de los grandes problemas de la contrarrevolución es que no ha sido capaz de crear fechas. La única que ha sido significativa fue el 11 de abril de 2002 y en ésta tiene mucho que explicar y ocultar, que produce vergüenza más que satisfacción.



La Artillería
No. 51. Domingo 20 de marzo de 2011, pp 16-15. Suplemento del Correo del Orinoco.

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