28.10.07

Sigues equivocado

El jueves me topé con un amigo de la universidad, de la época en que estudiaba economía en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Por aquella época yo hacía un periódico que reflejaba las discusiones estudiantiles –se llamaba Pan, Mortadela y Kuley, Periódico marginal del lumpen proletariado de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (Faces)– y él intentaba crear una cooperativa estudiantil en un espacio que habían ocupado en la mezzanina del edificio de la facultad.

Por aquellos años ochenta, nuestras actividades eran comunes porque creíamos en la participación estudiantil para la solución de nuestros problemas y compartíamos criterios e ideas similares. Fue así como tomamos la dirección por asalto en vísperas de la inscripción, ganamos el centro de estudiantes, participamos en marchas, entre otras cosas. Pasó el tiempo. Después él trabajó con Gerver Torres en la época de la privatización de CAP II y hoy es el director académico de Liderazgo y visión.

Cuando nos percatamos el uno del otro, nos abrazamos y me dijo: “El inefable Cazal” y continuó:

–Sigues equivocado.

–Mi vida es una equivocación constante –atiné a responder con sorna–. A qué se debe que me adviertas de mis equivocaciones.

–Es que como ustedes dicen que nosotros estamos equivocados.

–¿Nosotros? Ese es el problema: generalizar. Y pensar que ustedes piensan que yo pienso que ustedes están equivocados. ¡Qué equivocados están!

Se sonrió, como era de esperar. Cruzamos otras palabras más y quedamos con la promesa de que algún día nos sentaríamos a conversar o discutir sobre lo que está en el tapete en materia de política. Supongo que es sobre eso y Chávez, por supuesto.

27.10.07

Cómo derechizar a un izquierdista

por Frei Betto

Ser de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa, optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía Bobbio, considerar una aberración la desigualdad social. Ser de derechas es tolerar injusticias considerar los imperativos del mercado por encima de los derechos humanos, encarar la pobreza como tacha incurable, creer que existen personas y pueblos intrínsecamente superiores a los demás.

Ser izquierdista -patología diagnosticada por Lenin como “enfermedad infantil del comunismo”- es quedar enfrentado al poder burgués hasta llegar a formar parte del mismo. El izquierdista es un fundamentalista en su propia causa. Encarna todos los esquemas religiosos propios de los fundamentalistas de la fe. Se llena la boca con dogmas y venera a un líder. Si el líder estornuda, él aplaude; si llora, él se entristece; si cambia de opinión, él rápidamente analiza la coyuntura para tratar de demostrar que en la actual correlación de fuerzas.

21.10.07

El Che de puño y letra

La revista Nueva Sociedad publicó hace casi dos años un ensayo de Juan Antonio Diez sobre una de las facetas poco difundidas de Ernesto Che Guevara: el escritor.

De puño y letra
Algunas reflexiones en torno al Che, sus escritos y su época
Juan Antonio Diez

Resulta sumamente difícil aproximarse a la figura de Ernesto Guevara, tan abordada desde una multiplicidad de perspectivas y géneros. Casi todo está dicho, escrito, mostrado. Su entrada triunfal en Santa Clara en 1959 y, sobre todo, su asesinato en octubre de 1967, en Bolivia, generaron un aluvión de artículos, libros, biografías, poemas, canciones, fotos, a través de los cuales se despliega un Che «polifacético», como lo caracterizó alguna vez Raúl Castro, en medio de la Sierra Maestra, cuando junto con las provisiones y armamentos le llevaron un libro de álgebra: hijo, asmático, viajero, médico, fotógrafo, guerrillero, comandante, argentino, cubano, mito, icono.

En el magnífico artículo «Ernesto Guevara, rastros de lectura», Ricardo Piglia desarrolla una mirada sobre el Che –que ya también otros habían ensayado– como lector. Debido a los largos periodos que debe pasar en la cama por los ataques de asma, durante su infancia Guevara «se convierte en un lector voraz»[1]. Se van así constituyendo y entrelazando algunos rasgos que lo van a acompañar toda su vida: el asma y la lectura.

Junto con estos dos aspectos, aparece otra faceta que Piglia también menciona un poco al pasar, y es la de escritor. En 1945, el Che escribe las primeras notas sobre sus lecturas: su propio «diccionario filosófico», cuidadosamente organizado por orden alfabético, con índice temático y de autores, con citas y comentarios de diversas obras de Freud, Nietzsche, Marx, Engels, así como también de cuentos y poemas de Faulkner, Neruda, Darío. En su primer viaje por Argentina, en 1950, no solo estudia y prepara exámenes para recibirse de médico; también va aprendiendo a narrar y practica en su diario la descripción de paisajes y el uso de metáforas. Se forma así una nueva relación entre lectura, escritura y viajes: toma nota de las cosas que lee y las que observa en sus recorridos para después escribir un relato de esas experiencias.

Desde entonces, Ernesto Guevara no paró de escribir: diarios, notas de lectura, cartas, poemas, reseñas periodísticas, textos políticos. En algún momento incluso pensó en ser escritor, como lo reconoce al referirse a Ernesto Sabato en una carta que escribió desde La Habana en 1960: «poseedor de lo que para mí era lo más sagrado del mundo, el título de escritor»[2]. Claramente, la experiencia de la guerra revolucionaria modificó en buena medida sus parámetros anteriores, transformándolo también a él.

El presente ensayo es un intento de recuperar la figura de Ernesto Guevara como escritor, prestando especial atención a las construcciones que realiza sobre las transformaciones de su época y su propia persona. Sin embargo, resulta necesaria una primera advertencia sobre estas líneas: no se trata de un análisis sistemático de sus escritos o su pensamiento, sino del esbozo de algunas reflexiones e ideas a partir de textos de y sobre el Che, especialmente sus Pasajes de la guerra revolucionaria[3].

[…]
Si desean leer el artículo completo, pueden bajar el archivo .pdf desde la página de Nueva Sociedad. Fue publicado en la edición “Cultura latina en Estados Unidos”; en Nueva Sociedad 201, Enero / Febrero 2006, Buenos Aires.

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1. «Ernesto Guevara, rastros de lectura» en El último lector, Anagrama, Buenos Aires, 2005.
2. «Carta al escritor argentino Ernesto Sabato», La Habana, 12/4/1960.
3. E. Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 3ª edición, 2002.

20.10.07

Libros fuera de lugar


Crónicas de bibliotecas
por Gonzalo Fragui

A Eduardo,

quien se estrena en
esas lides.


Ser bibliotecario puede parecer algo sin importancia por lo cotidiano. Usted va, solicita un libro, el bibliotecario viene, se lo entrega. Gracias y chao. A veces ni las gracias. Pero no hay nada como un buen bibliotecario. Una leyenda cuenta que Eumenes II habría tratado de raptar al competente bibliotecario de los Ptolomeos para emplearlo en la biblioteca de Pérgamo, sin embargo los reyes egipcios, para evitar perderlo, pusieron en prisión al desafortunado bibliotecario.

Sin duda que el principal problema que tienen las bibliotecas es la organización de los libros. Algunas veces porque hay libros inclasificables. ¿Dónde pondría, usted, por ejemplo, Parto de caballeros, de Luis Barrera Linares; Sarita, Sarita, tú eres bien bonita, de Miguel James; o El bolero se baila pegaíto, de Raúl Cazal?

En otros casos son los nombres los que nos llevan a cometer errores, y hasta al mejor bibliotecario se le escapa la liebre. Veamos, por ejemplo, qué se nos ocurre a primera vista con los siguientes títulos: Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, (Medicina); Dialéctica de lo concreto, de Kosic, (Ingeniería civil); Crimen y castigo, de Dostoievski, (Derecho); Casa de hablas, de Ana Enriqueta Terán, (Arquitectura); Historia de Garabombo, el invisible, de Manuel Scorza, (seguramente, Historia). Aquí les dejamos algunos ejemplos de las bibliotecas de la ULA.

SCHOPENHAUER
El caso más famoso de es tos equívocos quizá sea el de este filósofo alemán. Su libro De la raíz cuádruple del principio de la razón suficiente llegó un día a la biblioteca central.
-¿A qué facultad enviamos este libro?, preguntó alguien.
-Y ¿de qué trata?, repreguntó otro con desgano.
-Aquí habla de una raíz.
-Listo. Forestal.
Así que el único libro de Schopenhauer que existe en la Universidad de Los Andes está en la biblioteca de Ingeniería Forestal.

OVIDIO
Con Ovidio sucedió algo parecido. Hace mucho tiempo alguien donó a la biblioteca de una facultad el libro El remedio del amor. La persona encargada de la distribución no lo pensó dos veces.
-Mándelo pa´ Farmacia, fue lo primero que se le ocurrió.

ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA
Mi amigo Arturo ganó un concurso de poesía en México con un poemario de extraño título: Principios de Contabilidad. Cuando el libro llegó a la Facultad de Humanidades, alguien pensó inmediatamente que se trataba de un error y lo envió a la biblioteca vecina, a la Facultad de Ciencias Económicas.

FRAGUI
Yo, la verdad, estuve también tentado de enviar mi Manual del despecho a alguna biblioteca de la Universidad, pero temí que el librito fuera a parar a la biblioteca de Nutrición.

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Tomado de La Revista, Año 2, Núm. 2 Mayo 2006, Mérida, Venezuela, p. 53.

17.10.07

El Che en el cielo con estrella


Hace cuarenta años, el artista gráfico cubano Frémez amanecía el 18 de octubre [de 1967] entre bastidores. Imprimía con tinta negra la estampa de Ernesto Che Guevara sobre cartulina roja porque era el único material que tenía para hacer los carteles que se portarían en la concentración que se realizaría en la Plaza de la Revolución, de La Habana, en homenaje al Che.

La foto que utilizó como referencia para sus carteles rojinegros era la que Alberto Korda había tomado al Che el 5 de marzo 1960 y que en Cuba se había utilizado en muy pocas oportunidades. Es la foto más conocida del siglo XX y quizá la imagen más pintada en paredes del mundo.

El editor italiano Giangiacomo Feltrinelli –quien la reprodujo internacionalmente en afiches mientras el Che estaba en Bolivia–, para referirse a la imagen tomada por Korda la llamaba la foto de “El Che en el cielo con chaqueta”, parafraseando la canción de moda de los Beatles en 1967.

La estrella del Che han querido bajarla siempre. Por eso muestran constantemente la fotografía donde aparece muerto con los ojos abiertos o donde los asesinos se exhiben como quien muestra un trofeo de caza.

2.10.07

Pensar en el Che

Hace más o menos un mes, un amigo argentino (nadie es perfecto), me propuso ir a Bolivia y que, desde allá, desde La Higuera, tomáramos fotos y escribiéramos sobre ese país, 40 años después de la muerte del Che Guevara.

Por esas extrañas cosas de la vida, el proyecto inicial se volvió ambicioso y terminaron involucradas otras personas y equipos de video. La ambición, como siempre, no tiene medida. Y como era de esperarse, no se dio ni lo uno, ni lo otro.

La idea no era mala, pero como siempre, al final, el día a día se impuso. Ahora estamos cerca de la conmemoración del Día del Guerrillero Heroico y cada quien en sus respectivas ciudades, en sus respectivos trabajos y, por supuesto, en sus cómodos hogares.

El jueves hablaba con otro amigo, esta vez venezolano, merideño, para mas señas (poeta, incluso); o más bien, él disertaba por correo con otras personas sobre la palabra “guerrillero” y “guerrilla” y recordó en unas líneas finales que se nos venía encima la fecha del 8 de octubre y que había que escribir unos trabajos al respecto. Sucedieron más cosas que voy a omitir, porque el cuento se puede extender y realmente, no quiero hablar sobre esto, sino sobre otra cosa. Es decir, sobre el Che.

No lo conocí personalmente, pero viví con él gracias a mi viejo. Desde niño me dijo que teníamos que seguir su ejemplo, que teníamos que “ser como el Che”.

Esa frase decía muchas cosas cuando uno tiene seis o siete años: solidaridad, honestidad, dignidad. Ser el mejor sin competir. Trabajar sin descanso. Ayudar al necesitado. Luchar contra la injusticia. Ser amigo sin esperar favores.

Esa frase tiene el mismo significado casi 40 años después de haberla escuchado de la boca de mi viejo. Y en eso ando, tratando de ser un tilín mejor, como dice Silvio en una canción.

Así aprendí que no importaba la muerte si es por una lucha justa. Pero nunca me conseguí con guerra alguna, mucho menos con los silbidos de las balas o de los obuses. Quizá luché contra mis microbios y seguro perdí la batalla.

La palabra “revolucionario” nunca la utilicé ni siquiera para mencionar a mi padre, que bien se lo merecía. Él decía: “revolucionario es quien hace la revolución”.

A mi corta edad era muy duro comprender que mi viejo no era de la talla del Che. Es muy difícil ser como él, ser un revolucionario.

Él siempre recuerda que al conocer la noticia de su muerte, de la consternación, casi choca mientras conducía su moto. Por un momento llegó a pensar que eso era una mentira más del imperio. Sólo dio crédito a tan honda herida cuando lo escuchó por Radio Habana Cuba.

En 1967 vivíamos en Asunción, Paraguay. Mi abuelo Nenito tenía tres años presos cuando el Che fue asesinado y estuvo en las mazmorras stronistas durante 14 años. Nunca delató a sus compañeros. Mi primer nombre es por él: Dimas Acosta, se llamaba, y era de estatura baja, pero de un gran coraje. No sé qué tiene que ver una cosa con la otra, pero no importa. Los otros dos nombres que poseo: Raúl Nicolás, y que le siguen a Dimas, son una especie de camuflaje. Como mi viejo no podía ponerme Fidel, me puso el nombre de su hermano revolucionario: Raúl. Y Nicolás, porque era el nombre de Lenin.

Mi padre, muchos años después, en 1975, exiliado en Montevideo, Uruguay, fue detenido y torturado. Nunca delató a nadie. Venció a sus torturadores y a la muerte. Se fugó del Hospital Militar cuando se lo propuso y se asiló en la embajada de Venezuela.

Podría enumerar a muchos compañeros y compañeras de mi padre que murieron en la lucha por la liberación de nuestros pueblos. Compañeros y compañeras que son míos aunque yo no los conociera personalmente. Como al Che, que es un compañero en esta vida, por siempre.