24.11.07

Misión Música se estrena con Tchaikovsky, tambores, fuga de pajarillo y mambo

Con música de Piotr Tchaikovsky, Aldemaro Romero y Dámaso Pérez Prado se lanzó la Misión Música en un espectáculo que no parecía terminar por los aplausos, vítores y pedidos del público para que la música continuara bajo la batuta de Gustavo Dudamel.

En reciente gira internacional, Dudamel mostró la calidad musical de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, pero esta vez lo hizo en casa, para estrenar el Centro de Acción Social por la Música, ubicada en Quebrada Honda, Caracas.

Los muchachos de la orquesta se pasearon por un repertorio variopinto. Primero por el Preludio Triunfal para Órgano y Orquesta, de Camile Saint Säens; Obertura Solemne 1812, de Piotr Illich Tchaikovsky; Danzón Cubano, de Arturo Márquez; y Fuga con Pajarillo, de Aldemaro Romero.

Las dos primera piezas mostraron la calidad interpretativa de la orquesta por la música que comúnmente se le denomina “clásica”, para luego pasar al terreno de la fusión con los ritmos cubanos y venezolanos.

Si bien la fiesta ya había comenzado con la fuerza que imprimía Dudamel a su batuta, se puso mejor cuando los tambores repicaron en la pieza Congo del Fuego Nuevo, de Arturo Márquez, y con la interpretación de Contrapunto de secciones, de Felix Mendoza (músicos de la orquesta).

Los muchachos se paraban de sus asientos con sus instrumentos en mano para gritar: “uno... dos... tres... maaambo”, y volvían a su puesto para continuar interpretando Fiesta de Mambo, de Dámaso Pérez Prado, con una sonrisa que contagiaba a los asistentes y a quienes vieron el concierto a través del canal estatal Venezolana de Televisión.

Dudamel tuvo que deleitar en dos oportunidades por insistencia de los aplausos del público. Primero lo hizo con Alma Llanera, que dirigió con la gracia distintiva de este joven director que ha sido elogiado mundialmente.

Nuevamente, Dudamel regresó al escenario para volver con la pieza del Rey del Mambo, Pérez Prado.

La música que estos muchachos dejaron en el ambiente no nos deja de sorprender, y es por ello que podemos entender la gran aceptación que ha tenido nuestro sistema de orquestas infantiles y juveniles a nivel mundial. Los elogios y aplausos se quedan cortos.

Foto: Maiquel Torcatt, ABN

15.11.07

España, aparta de mí a este rey

España siempre me trae a la memoria los versos de Miguel Hernández, especialmente aquella elegía a Ramón Sijé, quien murió como el rayo en la guerra civil española. También rememoro los cantares de Antonio Machado, en cuyos versos cualquier ciudadano del mundo puede pronunciarlo como suyo.

En esas tierras, León Felipe quedó a la espera de que El Quijote le hiciera un sitio en su montura; las huestes fascistas dispararon contra el cuerpo de Federico García Lorca; mientras Dolores Ibárruri, La Pasionaria, en Madrid gritaba la consigna "No pasarán".

Siempre tengo presente el Guernica de Pablo Picasso, la poesía marinera de Rafael Alberti y las canciones amorosas de Joan Manuel Serrat. Eso me trae a la memoria ese país, así como los versos de España, aparta de mi éste cáliz, del poeta peruano César Vallejo, pero lo que no recordaba es que allí se vive aún bajo un sistema monárquico y que tienen un Rey que la única frase que se le ha visto pronunciar en más de 50 años es mandar a callar a un presidente que no es vasallo de ningún imperio.

El Rey Juan Carlos I de Borbón ha abierto la boca y los súbditos se han puesto de pie juntillas para defenderlo de sus ataques. Hasta una de las chicas de Almodóvar, Miguel Bosé -como diría Sabina-, se ha enojado con Hugo Chávez por su "comportamiento" -o controversia que nunca existió- para con el Rey.

Los medios privados, como era de esperarse, han tergiversado nuevamente los hechos y vanalizado el asunto como que si lo ocurrido se arregla con una lectura veloz del manual de Carreño antes de asistir a una reunión donde hay un jerarca al que todos deben rendirle pleitesía porque así lo quiso el general Francisco Franco.

Ese es el problema de sentarse en una misma mesa con un Rey que representa el colonialismo y, definitivamente, no hay otra manera de comportarse, si es que de comportamiento se trata, cuando hay que recordarle que nuestros pueblos han sufrido más de 500 años de saqueo y que no pretendan mantenerlo, porque "la cosa no es como antes", como reza una salsa de Ismael Miranda.

Tal ojeriza imperial en una cumbre no hizo más que poner al descubierto la verdad que se esconde tras sus sonrisas dignas de fotografías para la revista Hola. También se demostró lo que sabíamos, que el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, no es "socialista" ni "obrero", así su partido político enarbole dichas palabras, mucho menos cuando defiende a un fascista y guerrerista como José María Aznar y baja la cerviz ante su Rey.

España cayó a pesar de los versos de Vallejo; por Madrid pasaron los fascistas hace casi 70 años y echaron abajo la República española; mientras, el Guernica desde hace décadas se exhibe, por esas contradicciones ideológicas que nunca entenderemos, en el Museo Reina Sofía. Es por ello necesario recordarle a los respresentantes del colonialismo, así sean españoles, rey incluido, que en Latinoamérica las cosas están cambiando, por si no se han enterado.

Raúl Cazal

7.11.07

Reforma para reformistas

No podría decir con certeza cuándo entendí que las revoluciones no se decretan y que hacerlas es mucho más complejo que intentar tomar el cielo por asalto. También comprendí hace bastante tiempo que no había un sólo camino para obtener el triunfo y que las revoluciones no necesariamente portan banderas rojas e ideales socialistas.

Desde que Hugo Chávez llegó a la presidencia, en 1998, comenzó a hablar sobre la Revolución Bolivariana y, una vez que entramos en el nuevo milenio, colocó un tema para la discusión: el socialismo del siglo XXI. Y todo esto lo hizo con un discurso singular, en donde el pueblo se sentía expresado y porque fue la chispa para una nueva forma de entender la realidad nacional y latinoamericana. Es por ello el apoyo popular que hoy tiene el presidente Chávez y que se expresa no sólo en encuestas, sino también cada vez que se llevan a cabo comicios.

Ahora estamos convocados al 2 de diciembre para aprobar la reforma de la Constitución Bolivariana mediante un referendo y Chávez nuevamente da un giro con lo que históricamente entendemos por “reforma”, especialmente para quienes somos de izquierda.

Ser reformista siempre fue un término peyorativo y fue utilizado para diferenciarnos de quienes optábamos por los cambios radicales, por los que siempre soñamos con hacer la revolución. Pero qué paradoja; los reformistas de hoy son los revolucionarios porque hacer una reforma constitucional tiene signos de profundización, en este caso, de la Revolución Bolivariana.

Los cambios se han dado paulatinamente en Venezuela y cada intento por modificar los modelos, relaciones y estructuras de poder, ha tenido una virulenta reacción por parte de los sectores más conservadores de la sociedad venezolana. Especialmente, si el cambio es de un modelo de sociedad capitalista por uno socialista, como está planteado en la reforma constitucional. Es por eso que es importante que todos los sectores de la sociedad participen en la discusión sobre la sociedad que queremos.

Extrañamente la propuesta de hacer la reforma ha puesto en duda las convicciones de algunos compañeros y compañeras que han apoyado la Revolución Bolivariana, especialmente después del llamado del ex ministro de Defensa Raúl Isaías Baduel a votar por el No. Algunos no ponen en duda la propuesta del presidente Chávez, pero sí los artículos adicionales que propone la Asamblea Nacional. Unos por desconocer el contenido, otros porque no se sintieron partícipes en las discusiones o porque se aprobó rápidamente para llegar a tiempo a la entrega de la propuesta al Consejo Nacional Electoral (CNE) para que el primer domingo de diciembre estemos nuevamente frente a las urnas electorales.

Puedo entender algunas de sus dudas, sobre todo por las formas en que se ha realizado la discusión y aprobación de los artículos, pero la Constitución es tan sólo el retrato de los cambios que vivimos en Venezuela. Ahora, lo que está en juego es la Revolución Bolivariana y lo que tenemos por delante es construir una sociedad socialista, además de aprobar la reforma.

ABN

28.10.07

Sigues equivocado

El jueves me topé con un amigo de la universidad, de la época en que estudiaba economía en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Por aquella época yo hacía un periódico que reflejaba las discusiones estudiantiles –se llamaba Pan, Mortadela y Kuley, Periódico marginal del lumpen proletariado de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (Faces)– y él intentaba crear una cooperativa estudiantil en un espacio que habían ocupado en la mezzanina del edificio de la facultad.

Por aquellos años ochenta, nuestras actividades eran comunes porque creíamos en la participación estudiantil para la solución de nuestros problemas y compartíamos criterios e ideas similares. Fue así como tomamos la dirección por asalto en vísperas de la inscripción, ganamos el centro de estudiantes, participamos en marchas, entre otras cosas. Pasó el tiempo. Después él trabajó con Gerver Torres en la época de la privatización de CAP II y hoy es el director académico de Liderazgo y visión.

Cuando nos percatamos el uno del otro, nos abrazamos y me dijo: “El inefable Cazal” y continuó:

–Sigues equivocado.

–Mi vida es una equivocación constante –atiné a responder con sorna–. A qué se debe que me adviertas de mis equivocaciones.

–Es que como ustedes dicen que nosotros estamos equivocados.

–¿Nosotros? Ese es el problema: generalizar. Y pensar que ustedes piensan que yo pienso que ustedes están equivocados. ¡Qué equivocados están!

Se sonrió, como era de esperar. Cruzamos otras palabras más y quedamos con la promesa de que algún día nos sentaríamos a conversar o discutir sobre lo que está en el tapete en materia de política. Supongo que es sobre eso y Chávez, por supuesto.

27.10.07

Cómo derechizar a un izquierdista

por Frei Betto

Ser de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa, optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía Bobbio, considerar una aberración la desigualdad social. Ser de derechas es tolerar injusticias considerar los imperativos del mercado por encima de los derechos humanos, encarar la pobreza como tacha incurable, creer que existen personas y pueblos intrínsecamente superiores a los demás.

Ser izquierdista -patología diagnosticada por Lenin como “enfermedad infantil del comunismo”- es quedar enfrentado al poder burgués hasta llegar a formar parte del mismo. El izquierdista es un fundamentalista en su propia causa. Encarna todos los esquemas religiosos propios de los fundamentalistas de la fe. Se llena la boca con dogmas y venera a un líder. Si el líder estornuda, él aplaude; si llora, él se entristece; si cambia de opinión, él rápidamente analiza la coyuntura para tratar de demostrar que en la actual correlación de fuerzas.

21.10.07

El Che de puño y letra

La revista Nueva Sociedad publicó hace casi dos años un ensayo de Juan Antonio Diez sobre una de las facetas poco difundidas de Ernesto Che Guevara: el escritor.

De puño y letra
Algunas reflexiones en torno al Che, sus escritos y su época
Juan Antonio Diez

Resulta sumamente difícil aproximarse a la figura de Ernesto Guevara, tan abordada desde una multiplicidad de perspectivas y géneros. Casi todo está dicho, escrito, mostrado. Su entrada triunfal en Santa Clara en 1959 y, sobre todo, su asesinato en octubre de 1967, en Bolivia, generaron un aluvión de artículos, libros, biografías, poemas, canciones, fotos, a través de los cuales se despliega un Che «polifacético», como lo caracterizó alguna vez Raúl Castro, en medio de la Sierra Maestra, cuando junto con las provisiones y armamentos le llevaron un libro de álgebra: hijo, asmático, viajero, médico, fotógrafo, guerrillero, comandante, argentino, cubano, mito, icono.

En el magnífico artículo «Ernesto Guevara, rastros de lectura», Ricardo Piglia desarrolla una mirada sobre el Che –que ya también otros habían ensayado– como lector. Debido a los largos periodos que debe pasar en la cama por los ataques de asma, durante su infancia Guevara «se convierte en un lector voraz»[1]. Se van así constituyendo y entrelazando algunos rasgos que lo van a acompañar toda su vida: el asma y la lectura.

Junto con estos dos aspectos, aparece otra faceta que Piglia también menciona un poco al pasar, y es la de escritor. En 1945, el Che escribe las primeras notas sobre sus lecturas: su propio «diccionario filosófico», cuidadosamente organizado por orden alfabético, con índice temático y de autores, con citas y comentarios de diversas obras de Freud, Nietzsche, Marx, Engels, así como también de cuentos y poemas de Faulkner, Neruda, Darío. En su primer viaje por Argentina, en 1950, no solo estudia y prepara exámenes para recibirse de médico; también va aprendiendo a narrar y practica en su diario la descripción de paisajes y el uso de metáforas. Se forma así una nueva relación entre lectura, escritura y viajes: toma nota de las cosas que lee y las que observa en sus recorridos para después escribir un relato de esas experiencias.

Desde entonces, Ernesto Guevara no paró de escribir: diarios, notas de lectura, cartas, poemas, reseñas periodísticas, textos políticos. En algún momento incluso pensó en ser escritor, como lo reconoce al referirse a Ernesto Sabato en una carta que escribió desde La Habana en 1960: «poseedor de lo que para mí era lo más sagrado del mundo, el título de escritor»[2]. Claramente, la experiencia de la guerra revolucionaria modificó en buena medida sus parámetros anteriores, transformándolo también a él.

El presente ensayo es un intento de recuperar la figura de Ernesto Guevara como escritor, prestando especial atención a las construcciones que realiza sobre las transformaciones de su época y su propia persona. Sin embargo, resulta necesaria una primera advertencia sobre estas líneas: no se trata de un análisis sistemático de sus escritos o su pensamiento, sino del esbozo de algunas reflexiones e ideas a partir de textos de y sobre el Che, especialmente sus Pasajes de la guerra revolucionaria[3].

[…]
Si desean leer el artículo completo, pueden bajar el archivo .pdf desde la página de Nueva Sociedad. Fue publicado en la edición “Cultura latina en Estados Unidos”; en Nueva Sociedad 201, Enero / Febrero 2006, Buenos Aires.

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1. «Ernesto Guevara, rastros de lectura» en El último lector, Anagrama, Buenos Aires, 2005.
2. «Carta al escritor argentino Ernesto Sabato», La Habana, 12/4/1960.
3. E. Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 3ª edición, 2002.

20.10.07

Libros fuera de lugar


Crónicas de bibliotecas
por Gonzalo Fragui

A Eduardo,

quien se estrena en
esas lides.


Ser bibliotecario puede parecer algo sin importancia por lo cotidiano. Usted va, solicita un libro, el bibliotecario viene, se lo entrega. Gracias y chao. A veces ni las gracias. Pero no hay nada como un buen bibliotecario. Una leyenda cuenta que Eumenes II habría tratado de raptar al competente bibliotecario de los Ptolomeos para emplearlo en la biblioteca de Pérgamo, sin embargo los reyes egipcios, para evitar perderlo, pusieron en prisión al desafortunado bibliotecario.

Sin duda que el principal problema que tienen las bibliotecas es la organización de los libros. Algunas veces porque hay libros inclasificables. ¿Dónde pondría, usted, por ejemplo, Parto de caballeros, de Luis Barrera Linares; Sarita, Sarita, tú eres bien bonita, de Miguel James; o El bolero se baila pegaíto, de Raúl Cazal?

En otros casos son los nombres los que nos llevan a cometer errores, y hasta al mejor bibliotecario se le escapa la liebre. Veamos, por ejemplo, qué se nos ocurre a primera vista con los siguientes títulos: Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, (Medicina); Dialéctica de lo concreto, de Kosic, (Ingeniería civil); Crimen y castigo, de Dostoievski, (Derecho); Casa de hablas, de Ana Enriqueta Terán, (Arquitectura); Historia de Garabombo, el invisible, de Manuel Scorza, (seguramente, Historia). Aquí les dejamos algunos ejemplos de las bibliotecas de la ULA.

SCHOPENHAUER
El caso más famoso de es tos equívocos quizá sea el de este filósofo alemán. Su libro De la raíz cuádruple del principio de la razón suficiente llegó un día a la biblioteca central.
-¿A qué facultad enviamos este libro?, preguntó alguien.
-Y ¿de qué trata?, repreguntó otro con desgano.
-Aquí habla de una raíz.
-Listo. Forestal.
Así que el único libro de Schopenhauer que existe en la Universidad de Los Andes está en la biblioteca de Ingeniería Forestal.

OVIDIO
Con Ovidio sucedió algo parecido. Hace mucho tiempo alguien donó a la biblioteca de una facultad el libro El remedio del amor. La persona encargada de la distribución no lo pensó dos veces.
-Mándelo pa´ Farmacia, fue lo primero que se le ocurrió.

ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA
Mi amigo Arturo ganó un concurso de poesía en México con un poemario de extraño título: Principios de Contabilidad. Cuando el libro llegó a la Facultad de Humanidades, alguien pensó inmediatamente que se trataba de un error y lo envió a la biblioteca vecina, a la Facultad de Ciencias Económicas.

FRAGUI
Yo, la verdad, estuve también tentado de enviar mi Manual del despecho a alguna biblioteca de la Universidad, pero temí que el librito fuera a parar a la biblioteca de Nutrición.

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Tomado de La Revista, Año 2, Núm. 2 Mayo 2006, Mérida, Venezuela, p. 53.

17.10.07

El Che en el cielo con estrella


Hace cuarenta años, el artista gráfico cubano Frémez amanecía el 18 de octubre [de 1967] entre bastidores. Imprimía con tinta negra la estampa de Ernesto Che Guevara sobre cartulina roja porque era el único material que tenía para hacer los carteles que se portarían en la concentración que se realizaría en la Plaza de la Revolución, de La Habana, en homenaje al Che.

La foto que utilizó como referencia para sus carteles rojinegros era la que Alberto Korda había tomado al Che el 5 de marzo 1960 y que en Cuba se había utilizado en muy pocas oportunidades. Es la foto más conocida del siglo XX y quizá la imagen más pintada en paredes del mundo.

El editor italiano Giangiacomo Feltrinelli –quien la reprodujo internacionalmente en afiches mientras el Che estaba en Bolivia–, para referirse a la imagen tomada por Korda la llamaba la foto de “El Che en el cielo con chaqueta”, parafraseando la canción de moda de los Beatles en 1967.

La estrella del Che han querido bajarla siempre. Por eso muestran constantemente la fotografía donde aparece muerto con los ojos abiertos o donde los asesinos se exhiben como quien muestra un trofeo de caza.

2.10.07

Pensar en el Che

Hace más o menos un mes, un amigo argentino (nadie es perfecto), me propuso ir a Bolivia y que, desde allá, desde La Higuera, tomáramos fotos y escribiéramos sobre ese país, 40 años después de la muerte del Che Guevara.

Por esas extrañas cosas de la vida, el proyecto inicial se volvió ambicioso y terminaron involucradas otras personas y equipos de video. La ambición, como siempre, no tiene medida. Y como era de esperarse, no se dio ni lo uno, ni lo otro.

La idea no era mala, pero como siempre, al final, el día a día se impuso. Ahora estamos cerca de la conmemoración del Día del Guerrillero Heroico y cada quien en sus respectivas ciudades, en sus respectivos trabajos y, por supuesto, en sus cómodos hogares.

El jueves hablaba con otro amigo, esta vez venezolano, merideño, para mas señas (poeta, incluso); o más bien, él disertaba por correo con otras personas sobre la palabra “guerrillero” y “guerrilla” y recordó en unas líneas finales que se nos venía encima la fecha del 8 de octubre y que había que escribir unos trabajos al respecto. Sucedieron más cosas que voy a omitir, porque el cuento se puede extender y realmente, no quiero hablar sobre esto, sino sobre otra cosa. Es decir, sobre el Che.

No lo conocí personalmente, pero viví con él gracias a mi viejo. Desde niño me dijo que teníamos que seguir su ejemplo, que teníamos que “ser como el Che”.

Esa frase decía muchas cosas cuando uno tiene seis o siete años: solidaridad, honestidad, dignidad. Ser el mejor sin competir. Trabajar sin descanso. Ayudar al necesitado. Luchar contra la injusticia. Ser amigo sin esperar favores.

Esa frase tiene el mismo significado casi 40 años después de haberla escuchado de la boca de mi viejo. Y en eso ando, tratando de ser un tilín mejor, como dice Silvio en una canción.

Así aprendí que no importaba la muerte si es por una lucha justa. Pero nunca me conseguí con guerra alguna, mucho menos con los silbidos de las balas o de los obuses. Quizá luché contra mis microbios y seguro perdí la batalla.

La palabra “revolucionario” nunca la utilicé ni siquiera para mencionar a mi padre, que bien se lo merecía. Él decía: “revolucionario es quien hace la revolución”.

A mi corta edad era muy duro comprender que mi viejo no era de la talla del Che. Es muy difícil ser como él, ser un revolucionario.

Él siempre recuerda que al conocer la noticia de su muerte, de la consternación, casi choca mientras conducía su moto. Por un momento llegó a pensar que eso era una mentira más del imperio. Sólo dio crédito a tan honda herida cuando lo escuchó por Radio Habana Cuba.

En 1967 vivíamos en Asunción, Paraguay. Mi abuelo Nenito tenía tres años presos cuando el Che fue asesinado y estuvo en las mazmorras stronistas durante 14 años. Nunca delató a sus compañeros. Mi primer nombre es por él: Dimas Acosta, se llamaba, y era de estatura baja, pero de un gran coraje. No sé qué tiene que ver una cosa con la otra, pero no importa. Los otros dos nombres que poseo: Raúl Nicolás, y que le siguen a Dimas, son una especie de camuflaje. Como mi viejo no podía ponerme Fidel, me puso el nombre de su hermano revolucionario: Raúl. Y Nicolás, porque era el nombre de Lenin.

Mi padre, muchos años después, en 1975, exiliado en Montevideo, Uruguay, fue detenido y torturado. Nunca delató a nadie. Venció a sus torturadores y a la muerte. Se fugó del Hospital Militar cuando se lo propuso y se asiló en la embajada de Venezuela.

Podría enumerar a muchos compañeros y compañeras de mi padre que murieron en la lucha por la liberación de nuestros pueblos. Compañeros y compañeras que son míos aunque yo no los conociera personalmente. Como al Che, que es un compañero en esta vida, por siempre.

9.7.07

Lectores, sencillamente

Muy lejos de ser escritores, fundadores de un lugar propio, herederos de los labradores de antaño pero en el terreno del lenguaje, cavadores de pozos y constructores de casas, los lectores son viajeros, circulan por tierras ajenas, nómadas dedicados a la caza furtiva en campos que no han escrito, arrebatando los bienes de Egipto para gozar de ellos. La escritura acumula, almacena, resiste al tiempo mediante el establecimiento de un lugar y multiplica su producción por el expansionismo de la reproducción. La lectura no se garantiza contra el desgaste del tiempo (se olvida y se la olvida), no conserva la experiencia lograda (o lo hace mal), y cada uno de los lugares por donde pasa es una repetición del paraíso perdido.

[Michel de Certeau]

8.7.07

“Como decíamos ayer…”

Tomo prestada una frase de Miguel de Unamuno* para retomar mi bitácora. Ayer nos quedamos hablando de literatura, o eso creo. Pero diversas ocupaciones me mantuvieron alejado de la escritura o de reseñar lo que había leído recientemente.

En todo este tiempo he leído las siguientes novelas: 1. Triste, solitario y final, de Osvaldo Soriano; 2. Gutiérrez a secas, de Vicente Battista; 3. El ojo de la patria, de Osvaldo Soriano; 4. La última vez, de Héctor Bujanda; y 5. Cuando amas debes partir, de Eloi Yagüe.

En realidad he estado leyendo más libros, es decir, por mis manos pasaron El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza, pero no lo pude culminar porque Florángel –mi esposa, para más señas– lo empezó a leer primero y cada página que leía se mataba de la risa y me contaba lo que leía e inmediatamente después me daba sus apreciaciones, que como siempre, son pertinentes. Y así ella lleyó seguidamente de Mendoza El laberinto de las aceitunas y La aventura del tocador de señoras.

Ella pensó por un momento que no podía leer más que a Eduardo Mendoza y se lamentaba por todos los rincones de la casa que no tuviéramos más libros hasta que le dije que teníamos La ciudad de los prodigios. Lo había conseguido en febrero en el Salón del Libro, en el stand de Planeta, y al ver a Leonardo Milla en los pasillos, se lo mostré con orgullo. Él me dijo: “Era el libro de cabecera de mi viejo”.

Florángel en un mes y medio se había leído cuatro libros de Mendoza y todo empezó por el obsequio que me hiciera Lis y Eduardo (que ahora la ONU los tiene por Austria). Ella me decía: “Raúl, te va a encantar E. Mendoza”. “Es una trilogía de tres libros (sic)…”. La trilogía a la que hacía referencia, es a los tres primeros libros que mencioné de este autor catalán.

Confieso que me ha gustado Mendoza aunque no he terminado de leer el primer libro: El misterio de la cripta embrujada y continué con La ciudad de los prodigios por recomendación de Florángel.

También comencé a leer Yo El Supremo, de Augusto Roa Bastos. No se por qué había postergado la lectura de esta obra. En alguna oportunidad había dicho que hay libros que hay que leerlos en cierta época. No lo hice, no importa. Al fin de cuentas, nunca es tarde, creo.

La edición que conseguí de Yo El Supremo fue la de Biblioteca Ayacucho. A quienes quieran leerlo en esta edición pueden saltarse el estudio preliminar. Sin lugar a dudas, es mucho mas divertido el texto de Roa Bastos que el del estudioso que trata de explicar la obra del paraguayo.

Decidí leer este libro porque ciertos columnistas empezaron a utilizar el término Yo El Supremo para no mencionar al Presidente Chávez. Pero para darle el sentido de déspota.

La novela de Roa Bastos se basa en la vida de Gaspar Rodríguez de Francia, el Dictador Supremo de la República del Paraguay en el siglo XIX. Dicho así, suena tenebroso. Pero nada que ver. Más bien, Rodríguez de Francia viene a representar soberanía, progreso e independencia. Los dictadores de principios del siglo XIX (Simón Bolívar, también lo fue) de América Latina no tienen nada que ver con los dictadores militares del siglo XX. Por tanto, le sale el tiro por la culata a esos columnistas.

No he terminado Viaje desde el Scriptorium, de Paul Auster. Si no fuera porque es Auster, ya lo hubiera desechado hace rato.

Aún mantengo la lectura de Plataforma, de Michel Houellebecq. Con este autor hay que tener claro que uno no es europeo, menos aún francés. por tanto, hay que tomárselo con soda y piano, piano.

Y para colmo, empecé a leer El tren pasa primero, de Elena Poniatowska, que recién acaba de ganar el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2007. Ya les contaré de qué va la novela.


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* La frase “Como decíamos ayer…” pertecene a Fray Luis de León. Errare humanum est, perseverare autem diabolicum.

28.5.07

Todo tiene su final


Todo tiene su final es un libro de cuentos. Su autor es Raúl Cazal, un joven escritor paraguayo que vive en Venezuela desde niño. Actualmente culmina sus estudios de Comunicación Social en la UCV. Su volumen de relatos ha sido publicado por la editorial alternativa La Espada Rota. Esta misma editorial le publicó en 1988 su primer libro de narraciones: El bolero se baila pegadito.

Los textos narrativos que conforman la primera obra mencionada son trece en total. Sus historias son recogidas de la cotidianidad urbana, especialmente se relatan las situaciones e irreverencias de los jóvenes que viven en los barrios y en las urbanizaciones de clase media de Caracas. El estilo de Cazal es muy semejante al de Francisco Massiani, pues suele narrar las peripecias y travesuras del adolescente con un lenguaje suelto, fluido, y sobre todo con un gran desenfado, tomando en cuenta en todo momento la oralidad citadina de la juventud de esta urbe.

A semejanza del autor de Piedra de mar, el novel narrador se propone hacer un literatura vitalista, dinámica, que refleje las inquietudes, veleidades y el espíritu disperso de cualquier púber que habita en una metrópoli; sus gustos por la música moderna, por la salsa, los ardides que emplea para conquistar el amor de una chica, sus timideces, inseguridades y desconsuelos.

26.4.07

Borges y el periodismo

El viejo dilema sobre las fronteras entre la literatura y el periodismo renace en el libro A quién le importa la opinión de un ciego, de Freddy Fernández y Raúl Cazal (comala.com). Los autores, periodistas, tuvieron la osadía de plantear la interrogante sumergiéndose en la infinita espesura de la escritura borgiana. A ambos los identifican también sus nexos con la literatura. En cierto sentido, sus historias personales constituyen la celebración de la libertad creadora, sin que ese hecho trabe su desempeño como profesionales del periodismo. Más allá de la pregunta planteada en un aula universitaria por Guillermo Sucre -si Borges inventó la entrevista literaria- el texto de Fernández y Cazal sorprende por sus múltiples hallazgos y por la indudable profundidad de sus planteamientos, además de la calidad estilística de su escritura.


En los albores de la profesión periodística, la frontera entre el periodismo y la literatura era apenas una tenue línea que permitía a los redactores escapar, sin tropiezos ni angustias, de la obligante sumisión a la doctrina de la objetividad, para asumir en propiedad el papel de intrépidos creadores con derecho a su propia y personal realización a través de la literatura. Los géneros, en periodismo y en literatura, no habían asumido aún el rigor de fronteras infranqueables. Y lo que los formalismos, de cualquier signo, suelen imponer como norma, era desechado como inconsistentes e injustas limitaciones. Pero advino el predominio del concepto empresarial de los medios y, como correlato, la esquematización de los modos de comunicar. Todo debía responder a las rígidas normas preestablecidas en aras de un periodismo de fácil comprensión y extrema pobreza expresiva. Pero ese no es el problema que concierne ni a Borges ni a los autores ni a su libro. Aunque en Territorios del Lenguaje, la primera parte de la obra, se realiza un exhaustivo análisis de las teorías sobre la entrevista periodística, el verdadero objetivo es Borges y sus múltiples articulaciones con el periodismo, sus entrevistadores y lectores. Lúdico como pocos, ese prodigio de inventivas que fue el escritor argentino, da para muchas exploraciones a lo largo de su frondosidad literaria, escrita y verbal. Porque Borges, escribiendo o hablando, siempre tuvo segundas intenciones. "En su encuentro, en su accionar con los medios de comunicación -concluyen Fernández y Cazal- Jorge Luis Borges se propuso crear a sus lectores, eludir el olvido. Forjarse un destino literario, dejar clara y patente su segunda obra". Eso que los autores denominan como la segunda obra de Borges es, en realidad, la continuación, por otros derroteros, en este caso periodísticos, de toda sus obra literaria. Sorprender a los incautos, estremecer a las plácidas conciencias de seres satisfechos consigo mismos, sacudir a los adoradores de las seguridades absolutas y de las respuestas trilladas ha sido uno de los juegos conscientes de todo su peregrinaje por los ámbitos literarios y periodísticos. A ese nivel de análisis, ya no es trascendente dilucidar si Borges inventó o no el género literario de la entrevista. Porque los autores de A quién le importa la opinión de un ciego lograron trasmutar un asunto formal en una reflexión penetrante y lúcida sobre un pensador y creador, referente del cual parecía que ya todo había sido dicho.

OLGA DRAGNIC

Publicado en Últimas Noticias, Caracas, 26 de abril de 2007.
Cartas al Editor. Pág. 33.

1.4.07

Bautizo


El jueves pasado le quitamos el Diablo que tenía por dentro el libro A quién le importa la opinión de un ciego, J. L. Borges como hacedor de entrevistas, que fue publicado en noviembre del año 2006, distribuido a las librerías en enero de 2007 (por recomendación de gente que sabe de libros) y a finales de marzo lo pusimos en manos de un Dios escandinavo, por tratarse del autor de El Aleph.

En la presentación estuvieron algunos amigos y enemigos –como diría Silvio Rodríguez–. Pero sobretodo, los amigos se preguntaban: ¿Quién invitó al enemigo? Todos buscaban una explicación y la única respuesta que conseguí fue esta: «la ignorancia es aviesa».

Después vinieron las palabras de los presentadores que hicieron lo propio. Que como dice Carlos Ortiz –quien fungió de maestro de ceremonias–, tenía tiempo que iba a presentaciones de libros y por fin se encontró con una en donde los presentadores, en este caso Pablo Antillano y Leonardo Milla, hablaron sobre los autores y el libro, sin develar el final de la película.

A quién le importa la opinión de un ciego fue el trabajo de grado que presentamos en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela para obtener el título de licenciado. Nuestro tutor fue Earle Herrera y el jurado estuvo compuesto por Moraima Guanipa y Roberto Malaver. Ellos decidieron darle la mención publicación. Nosotros, tan solo acatamos sus deseos.

Tema: periodismo y literatura.
Hipótesis: Borges creó para la literatura el género entrevista.
Autores: Freddy Fernández y Raúl Cazal.

Leer: «A quién le importa la opinión de un ciego» revela nuevas facetas de Jorge Luis Borges

30.3.07

A quién le importa la opinión de un ciego

Palabras de Pablo Antillano.

Vengo directo a la improvisación, escrita claro. Saludo a los amigos de Freddy Fernández y de Raúl Cazal que han venido a esta ceremonia, vital en las biografías de los autores. Y ofrezco disculpas al público que anhela participar de uno de los intercambios más sentidos de nuestra cultura , que se expresa entre otras cosas en la presentación de un libro nuevo. Disculpas porque lo que se dirá aquí en estos próximos minutos puede no colmar las expectativas de oír una disertación de alto vuelo.

He dejado en la casa la tentación de hablar de Jorge Luis Borges, y de los supremos estudios de Guillermo Sucre y Rodríguez Monegal. Dejé las cuartillas que preparé el fin de semana colmadas de citas inteligentísimas, de retruécanos literarios inspirados por el gran maestro de los laberintos, de los tigres , de los espejos, de las rosas, y de los precipicios que separan al mundo real del fantástico.

No se puede hablar como Borges. Y citarlo en demasía sería usurpar sus potencias sobrenaturales . Citar a Borges en una Cervecería puede excitar las fantasías secretas y escondidas de los parroquianos, pero citarlo en la presentación de un libro puede convertirse en un acto facineroso de suplantación y de expropiación del talento ajeno. Me he prometido, por consiguiente, no sucumbir a esta desesperada tentación.

Quisiera entonces referirme a las virtudes de la aventura intelectual en la que navegaron Raúl y Freddy durante un tiempo, y que hoy se ve transfigurada en un texto luminoso.

Como la mayoría de ustedes saben , este es un texto escrito a cuatro manos , bajo la exigente vigilancia de nuestra academia, que expresa con gracia y rigor los inquietantes intereses literarios y periodísticos de sus autores. Uno es poeta, Freddy, y el otro, Raúl, es un narrador. Tienen sus libros, cada uno con sus dramáticas y felices travesías. Y ambos son, de manera incomprensible para ellos mismos, periodistas. Y , como cultores de la amistad y el pandillismo, se asocian para tratar de comprender a través de Borges por qué estas dos potencias viven separadas. Estas dos potencias que los habitan y los torturan... Sin drama. Los torturan porque simplemente una le quita tiempo y espacio a la otra.

Entonces se proponen reunir el periodismo con la literatura. Pero no solo académicamente, no formal y racionalmente, sino en el interior mismo de su devoción por Jorge Luis Borges.

La identificación de este par de jóvenes , ( curtidos en las inclemencias del deber, del trabajo reporteril, de la producción y del realismo crudo,) con la oferta creativa de Borges, con la hipnosis de su penetración filosófica y poética, los lleva a producir este libro, esta propuesta desafiante que provoca lecturas diversas y a veces antagónicas.

Antes de entrar en los nudos de su argumentación principal me gustaría anunciarles que con toda seguridad este texto, absolutamente innovador , formará parte de la lecturas de los estudiosos locales de la Comunicación Social en Venezuela. En primer lugar porque sintetiza de manera generosa y muy precisa las reflexiones fundamentales de la tradición intelectual local sobre la entrevista : Federico Alvarez, Olga Dragnic, Nelson Hipolite, Earle Herrera, Diaz Rangel, Humberto Cuenca, y además incorpora las grandes líneas del pensamiento moderno que contrasta literatura y periodismo, y que enfoca baterías sobre las potencias de la entrevista como género.

De esta manera, cabalgando con rigor, sobre las teorías y el conocimiento contemporáneo, Raúl y Freddy nos plantean preguntas de alto vuelo. En primer lugar sobre el género de la entrevista: ¿puede el periodista conducir al entrevistado?... como suelen aconsejar los sabios, y los manuales de estilo?.... o ¿existen estos casos formidables en los que un entrevistado , como Borges, maneja la gracia, la temática y las conclusiones?

(Quienes hemos entrevistado a escritores y periodistas, conocemos los rigores de esta tarea. Vaya usted y entreviste a Ramón Velásquez , a Tomás Eloy Martínez, a Miguel Otero Silva o a García Márquez.... a Zapata, a Giusti, a Massó....etc)

Las reflexiones que nuestros autores promueven sobre este asunto del periodismo contemporáneo, están plenas de riqueza y sugestión. Constituyen una parte esencial del valor de este libro.

Pero por otro lado está Borges. Se preguntan los autores ¿qué significan las afirmaciones de Jorge Luís Borges, volcadas en innumerables entrevistas, en la ponderación de su obra total?... ¿Son parte de su imagen o parte de la obra del autor?... ¿Hay alguna separación entre su discurso escrito y su discurso oral?... ¿Es que Borges escribe cuando habla?...

Todas esas maldades, ese ejercicio de político no-correcto que exhibió Jorge Luís Borges en sus entrevistas, eran acaso diferentes a las que expresó en su magnífica obra meditada?... ¿Actuaba acaso pre-meditadamente, y con alevosía, frente a sus entrevistadores? Me provoca citar varias de las respuestas geniales de Borges que recoge este magnífico libro pero me temo que podría sabotear las ansias de adquirirlo.

Freddy y Raúl, como devotos de la literatura que son, se esmeraron porque el texto no fuese aprisionado por las camisas de la racionalidad académica. Por el contrario las ideas fluyen por un río narrativo que alegra la travesía y conducen a los lectores a más de un laberinto sin salida. Los mismos que ellos padecen.

Las veces que he terminado de leer este texto, que ha de leerse repetidas veces por lo gracioso y borgeano, termino recordando nuestras aventuras compartidas. Hace unos años ellos eran simplemente unos niños borgeanos, hoy son unos niños borgeanos con compromisos.

Conocí a Freddy recién llegado a Venezuela, acaparando la perplejidad de sus audiencias con los cuentos sobre la ferocidad del mundo asiático y de las rudezas de Europa Central, previas a la caída del Muro de Berlín. En lo más privado me asombró siempre su capacidad para retener frases formidables de cantantes y poetas, pero sobre todo me asombra que sus evocaciones logren traspasar las murallas de marfil que se interponen entre su voz y sus amigos. Su voz es muy clara, y todos ya lo reconocen, en su libro titulado La Casa del Hechicero.

Con Raúl Cazal me he sentido parte de una historia que nos trasciende. Forma parte de una estirpe batalladora e indomable, que ha alentado las mismas ideas de cambio político desde que él estaba en la cuna. Su padre me roba los más entrañables recuerdos familiares, pero, actualizando, celebro que con la ayuda de Raúl y su magnífica editorial Comala puse en la calle un entrañable libro personal.

Aunque no he citado a Borges en toda esta perorata, culminaré evocando una frase que suele atribuirle mi amigo Raúl Fuentes, una frase que no se sabe si es cierta, realidad o ficción, como le gustaría al sabio argentino, pero cuyo significado atraviesa todo este libro de Freddy y Raúl: “... Yo lo que soy es un pobre cieguito, como Homero.”

Gracias y felicitaciones a los autores.

1.3.07

Errores de parafraseo

Recientemente me enteré de que El club Dimas apareció reseñada en El Universal, en la sección Blog, y quien escribió la breve nota cometió un error al indicar que mi bitácora se llamaba El club Dumas, título de la novela de Arturo Pérez Reverte y que fuera llevada al cine por Román Polanski (La novena puerta).

Quizá la (el) periodista pensó que yo me había equivocado al escribir el nombre, que de repente lo recordé mal o que en vez de teclear Dumas, puse Dimas. Total, son dos vocales (u, i) que en el teclado está una al lado de la otra. Una equivocación previsible, pero no.

Resulta que tengo tres nombres y sólo utilizo uno, el del medio: Raúl. Mis otros dos son: Dimas y Nicolás. Nombre completo: Dimas Raúl Nicolás. Nombre completo que el perro Duque me lo recuerda cada vez que puede.

En lo que concuerdo con quien hizo la nota, es que es un parafraseo a la obra de Pérez Reverte, El club Dumas.

1.2.07

Adriano no provoca

Borges, me refiero a Jorge Luis, el escritor, era una gran provocador. Más aún si se encontraba frente a un periodista. Se divertía dictándole titulares que disgustaban porque siempre iba a contracorriente. Sólo el lector avezado a las declaraciones de este personaje (personaje literario de sí mismo, algunas veces), sus ficciones y el tiempo, lo disculpaba.

Nombro en principio al escritor argentino porque estoy seguro de que podríamos estar de acuerdo en la cantidad de disparates que el autor de El Aleph le ha propinado al lector y, sin embargo, uno termina con un rictus en la cara porque llegamos a pensar que hay un toque de genialidad detrás de cada frase de Borges.

En nuestro patio tuvimos a un gran provocador: Juan Nuño. Sus artículos de opinión siempre generaban polémicas, porque tenía una capacidad para estar en contra de todos y de todo. Si alguien disertaba sobre la importancia del capitalismo o del socialismo en el mundo actual, de las propiedades benéficas del aguacate o de cómo le entra agua al coco, Nuño tenía razones fundamentales, e inclusive filosóficas, para rebatir cualquier discurso y restarle la importancia al mundo actual y demostrar que al coco no le entra agua.

En su momento llegó a ser una cuestión de prestigio tener una diatriba pública con semejante articulista. No importaba si el contrincante quedaba en ridículo, porque lo que se buscaba, a fin de cuentas, era que Nuño te llevara contra las cuerdas y te diera hasta en la cédula.

En la década de los sesenta del siglo pasado un grupo de artistas y escritores que se reunían bajo el nombre de “El Techo de la Ballena” provocaban al público de las bellas artes y las letras con panfletos, manifiestos, exposiciones, entre otros artefactos. Cada movimiento de este cetáceo tenía como fin buscar las nalgas de la sociedad y pellizcárselas.

En esa cofradía del siglo XX se encontraba –y “sobresalía”, según el ensayista Ángel Rama– el escritor Adriano González León. Intelectual que por estos días decidió abandonar el silencio y sentenciar que “El venezolano lo único que lee es la Gaceta Hípica”. Y uno se pregunta, en qué tiempo quedó estacionado el carro de González León para que nos recuerde algo que nos va costar imaginar: ¡Gaceta Hípica!

Pero no contento con eso, el autor de País Portátil al parecer está claro cómo se come el socialismo del siglo XIX sin que nos dé indigestión. Porque para él, el socialismo es un sueño hasta que se materializa. Es decir, mejor no inventemos porque quien fuera premio Seix Barral hace casi 40 años no cree que de todo esto, es decir, la revolución bolivariana o el socialismo del siglo XXI, vaya a salir algo bueno. En otras palabras: Muchachos, olvídense del tango que ya Gardel murió. Discutir así, Adriano, no provoca.

17.1.07

El Silencio

Hoy llamé a mi padre para preguntarle por una persona que aparecía en el libro El Silencio: Graciela Daleo. Su nombre me sonaba y mi viejo me confirmó que ella había vivido en Venezuela y que ahora se encuentra en Argentina.

Graciela aparece en este libro en las primeras páginas y cuenta el horror que vivió en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) y cómo logró escapar de la muerte.

El Silencio es un libro de Horacio Verbitsky y cuenta cómo la Iglesia estuvo involucrada en las desapariciones, torturas y asesinatos durante la dictadura militar argentina.

He dejado de leerlo porque duele mucho. Cada página te llena de indignación y llanto. Cada episodio te deja el alma destrozada.

Mi viejo, cuando hablamos por teléfono hoy en la mañana, me pidió el libro una vez que haya culminado con su lectura. Yo le dije: Mejor no, papá.

En lo personal, no es bueno remover el pasado.