28.11.06

Los medios de Marcelino

Estimado Marcelino Bisbal,

debía haber escrito un artículo de opinión para analizar el que tú publicaste en El Nacional, el 26 de noviembre, titulado “Las comunicaciones del régimen”. Pero no consigo mejor manera que el formato epistolar, que es como una conversación íntima, para entender este inventario de artículo.

Pareciera, Marcelino, que tus enseñanzas le están haciendo un gran daño a los medios de comunicación de la oligarquía (sí, oligarquía, no mires para los lados como si no supieras que esa casta no existe en Venezuela), cuando escucho a las comunidades como se expresan en sus medios y con sus propios medios.

Seguramente, éste no es el tiempo que esperabas para los medios que visualizabas como pensador de la cultura massmediática. Es decir, por tus clases impartidas en la Universidad Central de Venezuela (UCV) siempre creí que era importante derrocar el poder de los medios impuestos por los intereses económicos que han modelado nuestra forma de vivir.

Lamentablemente, las estadísticas son pobres a la hora de mostrarlas y, más aún, como las has presentado, como si en Venezuela lo único que existe es una polución de medios del Estado, porque para ti, los medios comunitarios, por tener una posición a favor de la Revolución Bolivariana, le quita el mérito de ser independiente. Aunque seguramente creerás que la línea editorial viene impuesta desde Miraflores.

Marcelino, el paisaje comunicacional aún está intacto. Los medios audiovisuales privados ejercen una gran influencia sobre el ciudadano e imponen un criterio, su criterio, el de sus intereses económicos, y hasta ahora no lo has llamado fascista. En cambio, a los medios del Estado y a las comunitarias, por promover nuestra cultura, nuestros valores, somos considerados algo similar al Duce o, quizá, peor que eso.

Cuando afirmas que el Estado sostiene que «los medios de comunicación no deben pensarse como simples medios de diversión», estoy totalmente de acuerdo contigo. Porque no puede ser una diversión que estos medios sigan chantajeando a la población con la fórmula macarthista y decirnos, en su momento, que un golpe de Estado o el sabotaje petrolero es lo mejor que le puede suceder al país. Supongo que para ellos eso debe ser muy divertido, Marcelino. Pero para la gran mayoría no lo es.

Y por cierto, esa diversión política le ha generado grandes dividendos económicos, tanto a las plantas televisivas como a los moderadores o manipuladores de la opinión. Eso, definitivamente, es muy divertido, Marcelino.

Los que trabajamos en los medios del Estado o en los comunitarios tenemos un objetivo: romper el cerco informativo y manipulador de los medios de comunicación privados. Creo que eso fue lo que nos enseñaste en las aulas de la UCV. Eso es lo que recuerdo, o ¿recuerdo mal?

Si bien, el trabajo que presentas, bajo el supuesto manto inocuo de las estadísticas, lo que muestra es una información sesgada, manipulando los números a conveniencia, por qué no analizas el radio de acción y de penetración de los medios que estudias y, por supuesto, no lo comparas con las corporaciones privadas que están desplegadas en el país y que se encadenan con una gran facilidad a la hora de desinformar y de incitar al golpe de Estado ¿En dónde existe tamaña libertad de expresión?

Nuestro norte no es ir contra quienes piensen diferente a nosotros, sino a develar las manipulaciones mediáticas que quieren imponer un orden diferente al de la libertad y la justicia social.

Caro Marcelino, me despido, con la creencia de que hay mucha tela que pensar sobre los medios, pero sobre todo, hay mucho por hacer.

Fraternalmente,
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. Raúl Cazal
. Mal hábito
. Caracas, 27 Nov. ABN

24.11.06

El País es rojo

Ahora que El País acaba de cambiar de dominio (de .es a .com) recuerdo una escena que presencié en Madrid, a principios de febrero de 2005.

Me encontraba en el restaurant del hotel a la hora del desayuno. Antes de sentarme en la mesa busqué los periódicos y no conseguí ninguno que me llamara la atención.

Me senté a tomar un café con leche un poco incómodo por no conseguir algo para leer mientras esperaba que llegaran unos amigos para desayunar. En la mesa vecina estaba una pareja que se miraban con desagrado. Parecía que habían padecido una mala noche.

Ella tenía en sus manos el periódico El País.

Él le dice: “Esos son rojos”, señalando al periódico.

Ella volteó la página, tomó un poco de su café, y continuó con su lectura.

(Las cosas que uno tiene que escuchar).

15.11.06

A quién le importa la opinión de un ciego

Jorge Luis Borges, muy a pesar de cualquiera de sus postulaciones de supuesta anarquía, fue un disciplinado militante de la literatura. Su taller de creación era tan amplio que incluyó el género entrevista, del periodismo, para transformarlo en territorio de invención literaria. Más allá de los propósitos del entrevistador de turno, Borges impone su visión y su mundo para derrotar al periodismo escrito “para el olvido”.

A quién le importa la opinión de un ciego
Borges como hacedor de entrevistas

Freddy Fernández y Raúl Cazal

9.11.06

El tiempo de los cronopios

En estos días de lluvia, un amigo me confesó con vergüenza que no había leído Rayuela, de Julio Cortázar, y para animarlo le dije que no se preocupara, que si le servía de consuelo, yo también tenía esa cuenta pendiente con el Cronopio mayor y, seguidamente, le argumenté que él tenía una ventaja sobre mí y es que aún está en edad para leerlo.

Siempre me he considerado un cortazariano. Tan sólo bastó que leyera "Casa tomada" para devorar el libro Bestiario y, cada cierto tiempo, estoy releyendo y compartiendo textos de Un tal Lucas o las instrucciones de Historias de cronopios y famas, como si fuera la primera vez. Pero Rayuela aún está pendiente.

Sus posiciones políticas contra las dictaduras militares que ensombrecieron América Latina en la década de los setenta y su apoyo a la Revolución Cubana sin ningún ápice de dudas merecieron mi respeto como intelectual, porque él expresaba (verbalmente) que lo que estaba en juego no era la tiza para marcar la rayuela en la vereda, sino la dignidad humana que luchaba (y lucha) contra las formas de opresión que genera el capitalismo.

Las ironías llenas de ternura y la permanente construcción de mundos en sus textos lo hicieron compañero de celda del comandante Tomás Borge, cuando estuvo preso en la dictadura de Somoza.

«Mientras haya revolución, en la tierra habrá cronopios», había escrito Borge en Queremos tanto a Julio, un libro publicado en la Nicaragua sandinista, y era una manera de decirle: «Gracias». Por sus ficciones, su amistad y su compromiso con las revoluciones.

Julio Cortázar estuvo más de una vez en Venezuela, y en una de esas dictó una conferencia en el Aula Magna de la Universidad Central (UCV). Fue allí donde se dio cuenta, al ver el recinto pleno de jóvenes y con innumerables preguntas después de la charla, que él no había escrito para su generación, sino para las generaciones posteriores. Fue por eso que le dije al amigo que todavía estaba en edad para leer Rayuela. Aunque, pensándolo bien, creo que todos estamos a tiempo... si somos cronopios.

. Raúl Cazal
. Mal hábito
. Caracas, 8 Nov. ABN

6.11.06

La enfermedad de Barrera Tyszka

El Premio de Herralde de Novela ha lanzado un nuevo nombre a los lectores de novelas y esta vez es de un escritor venezolano: Alberto Barrera Tyszka.

Cuando tengamos la novela La enfermedad en nuestras manos, haremos el comentario pertinente. Por lo pronto, nos queda tan sólo decir que el Premio Herralde le abre una puerta extraordinaria a Barrera Tyszka, como en su momento lo hizo para escritores latinoamericanos como Sergio Pitol, Jaime Bayley, Roberto Bolaño, Alan Pauls y Juan Villoro.

No es que quiera comprometer al compa con la alusión anterior, pero está metido en tremendo aprieto...

3.11.06

Algo muy grave va a suceder en este pueblo

Hay un cuento de Gabriel García Márquez que no aparece en el libro Todos los cuentos. Se trata de “Algo muy grave va a suceder en este pueblo” y debe ser porque él lo contó en algún encuentro o congreso literario por los años setenta y al final se quedó en el tintero [ahora se conoce que fue en Ateneo de Caracas, 1970].

Lo cierto es que lo vemos en la red de diferentes formas. La primera vez que lo vi publicado estaba en un sitio de un profesor que utilizaba este cuento para sus clases de literatura hispamericana en una universidad de Inglaterra y ya no lo encuentro. Ahora me entero que en Argentina hicieron un montaje para teatro y sé que un director mexicano o latinoamericano lo llevó a la pantalla grande [Luis Alcoriza fue el director y la película se tituló Presagio, 1974]. De hecho, llegué a tener una copia en betamax que entre tantas mudanzas lo perdí. Pero cada vez que cuento el cuento, lo hago según la versión cinematográfica. Que en esencia es lo mismo, pero no es igual. Si no, pregunten a Frank Baiz Quevedo sobre las versiones fílmicas y cómo se tratan el personaje y el texto en el cine y la literatura.

Los corchetes anteriores se deben a correcciones y notas de 2014. La versión del cuento ahora es la que corresponde a la publicada en el libro Yo no vengo a dar un discurso, de Gabriel García Márquez, 2010.

* * *

Algo muy grave va a suceder en este pueblo
Gabriel García Márquez

Imagínense un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde: “No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder en este pueblo”.

Ellos se ríen de ella, dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice: “Te apuesto un peso a que no la haces”. Todos se ríen, él se ríe, tira la carambola y no la hace. Paga un peso y le pregunta: “¿Pero qué pasó, si era una carambola tan sencilla?”. Dice: “Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi mamá esta mañana sobre algo grave que va a suceder en este pueblo”. Todos se ríen de él y el que se ha ganado el peso regresa a su casa, donde está su mamá y una prima o una nieta o en fin, cualquier parienta. Feliz con su peso dice: “Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto”. “¿Y por qué es un tonto?”. Dice: “Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la preocupación de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo”.

Entonces le dice la mamá: “No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces salen”. La parienta lo oye y va a comprar carne. Ella dice al carnicero: “Véndame una libra de carne” y, en el momento en que está cortando, agrega: “Mejor véndame dos porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado”. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: “Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se está preparando, y andan comprando cosas”.

Entonces la vieja responde: “Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras”. Se lleva cuatro libras y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice: “Se han dado cuenta del calor que está haciendo?”. “Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor”. Tanto calor que es un pueblo donde todos los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. “Sin embargo –dice uno– nunca a esta hora ha hecho tanto calor.” “Sí, pero no tanto calor como ahora”. Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un parajito y se corre la voz: “Hay un pajarito en la plaza”. Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.

“Pero, señores, siempre ha habido pajaritos que bajan”. “Sí, pero nunca a esta hora”. Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. “Yo sí soy muy macho —grita uno— yo me voy”. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el memento en que dicen: “Si este se atreve a irse, pues nosotros también nos vamos”, y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice: “Que no venga la desgracia a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa” y entonces incendia la casa y otros incendian otras casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio clamando: “Yo lo dije, que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca”.