24.10.05

"Estamos huérfanos de líderes"

Esta frase es de César Miguel Rondón. Lo dijo en una entrevista que le realizaba a Hugo Prieto a propósito del lanzamiento de su libro de cuentos que nunca supe cómo se llamaba porque hablaban de política como si fuera de ficción.

Y así surgió esa frase: "Estamos huérfanos de líderes". Es decir, en Venezuela no hay líderes. Ni siquiera uno.

Tanta ceguera asusta.

La "sociedad" desconoce cómo escoger su dirigencia

Un amigo, desde España me envía este correo:

Subject: No te la perdais: la "sociedad" desconoce cómo escoger su dirigencia

Hete aquí un claro caso de inmunorresistencia al aprendizaje político:

En el artículo de El Universal que anexo, Roberto Casanova, fundador del programa Liderazgo y Visión del CEDICE (proyecto bandera del financiamiento del NED en Venezuela), solamente atribuye a los partidos venezolanos tres pequeñas deficiencias:

1.- la falta de base ideológica y de proyecto de sociedad,

2.- la falta de democracia interna,

3.- y la incapacidad de existir sin el financiamiento público.

Salvo por esos tres problemitas, el fracaso de los partidos políticos en Venezuela se debería sobre todo al surgimiento de nuevos actores políticos "poco escrupulosos" que cambiaron el juego y los dejaron por fuera... y la "democracia participativa" nisiquiera se nombra.

Supongo que no es una casualidad que el artículo de prensa vaya acompañado de una publicidad de "vive y trabaja en los EEUU". Parece más bien una táctica comercial para atraer la atención de escuálidos y pitiyanquis.

Como complemento, también va el artículo que le da seguimiento al tema, donde Gerver Torres, el nuevo encargado de "Liderazgo y Visión", explica que lo que pasa con Venezuela es que la sociedad no tiene idea de cómo escoger a sus líderes.

Eso sí que es un gurú de la política y no el quedao de Chávez.

O sea,

M.

16.10.05

Silencio y ruido en Harold Pinter

Debo confesar que no soy especialista en literatura teatral, bueno, realmente no soy especialista en nada, pero de teatro se muy poco. Si me piden citar dramaturgos, los dedos de mis manos y de mis pies bastan para contarlos.

He leído reseñas y reportajes sobre el nuevo premio nobel de literatura Harold Pinter y los dramaturgos se sienten satisfechos por el premio, aunque un poco tarde, comenta Ugo Ulive. Y esa es una de las cosas que uno se pregunta, para que tanto dinero por un premio que generalmente no alcanza lo que resta de vida para gastarlo.

Una de los atributos de la dramaturgia de Pinter es el silencio. Al parecer no hay nada más exigente que la actuación de esos momentos donde no se dice nada y se dice todo al mismo tiempo. Otro de los atributos es el retrato en las tablas del proletariado. Quizá por esta combinación explosiva, silencio y obreros, hizo que lo catalogaran como un exponente del teatro de lo absurdo. Pero es una sospecha infundada. Si hacemos una búsqueda por internet encontraremos mucho más sobre este dramaturgo que había revolucionado las tablas a mediados del siglo XX y ahora es que nos enteramos los pobres mortales.

Sobre Pinter existen estudios sobre el silencio, el cuarto, las parejas, lo verdadero y lo falso de las verdades y las mentiras. Quizá este premio nos permita una reposición de algunas de sus obras y desplace a tanto monólogo barato y simplón que abunda en nuestras citadinas salas de Caracas.

Si bien el silencio marca la obra de Pinter, en la vida muy por el contrario, no ha callado ante los atropellos, las injusticias y las barbaridades que han cometido los gobiernos de derecha. Sus palabras son de solidaridad contra el bloqueo que ha mantenido EEUU contra Cuba. En Inglaterra, ha acusado a Tony Blair como criminal de guerra por su postura a favor de la invasión a Irak.

Pinter ahora es otra piedrita más dentro del zapato de quienes intentan pisotear las luchas sociales y las reivindicaciones de las políticas de izquierda. José Saramago ahora tiene otro compañero para hacer sonar las campanas, porque las de Gabriel García Márquez desde hace muchos años no se escuchan.

9.10.05

«No creo que seamos parientes muy cercanos...

..., pero si Ud. es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante».

Esta frase del Che, desde que la leí por primera vez hace más de 20 años -que no son nada, definitivamente- me causó admiración. Y recién ahora es que consigo la carta donde la expresa a plenitud.

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La Habana, 20 de febrero de 1964
«Año de la Economía»

Sra. María Rosario Guevara
36, rue d'Annam
(Maarif) Casablanca
Maroc

Compañera,

De verdad que no sé bien de qué parte de España es mi familia. Naturalmente, hace mucho que salieron de allí mis antepasados con una mano atrás y otra delante; y si yo no las conservo así, es por lo incómodo de la posición.

No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si Ud. es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante.

Un saludo revolucionario de,

«Patria o Muerte. Venceremos»
Comandante Ernesto Che Guevara

Tokio Blues

Leí casi de un solo tirón la novela de Haruki Murakami, Tokio Blues. Me lo regaló Carola y Pablo el día de mi cumpleaños y me advertían en una tarjeta que lo hacían, no porque haya vendido 4 millones de copias, sino por la faja, donde reza lo siguiente: «Adverdencia: Murakami -al igual que los Beatles- produce adicción, provoca numerosos efectos secundarios y su modo de narrar tiene algo de hipnótico y opiáceo.» Rodrigo Fresán, El País.

El título original es Norwegian Wood, una canción de los Beatles, y es tan solo una pista para el lector porque también pudo llamarse Scarborough Fair, de Simon & Garfunkel. No es una época lo que retrata sino un estado de ánimo de quién está en la edad de los 20 años. Edad que pareciera ser eterna.

Tokio Blues me trae a la memoria esos años, mis años 20. Tengo la leve impresión de que quería ser escritor y apenas empezaba a comprender que para escribir había que vivir.

Quizá por ello mis primeros cuentos tenían que ver más con mis lecturas de cuentos de Cortázar. Después vino Roberto Arlt y ya había leído a Benedetti, a Galeano. Le siguieron los libros de varios premios de novela Casa de las Américas. Recuerdo Itzam Na de Arturo Arias, Jonás y la ballena rosada de José W. Montes, Maluco de Napoleón Baccino Ponce de León y el último que leí de este premio Esta maldita lujuria de Antonio Elio Brailovsky.

La música era la salsa, la literatura que me rodeaba era latinoamericana. A García Márquez lo leí obligado y con placer, igual sucedió con País Portátil de Adriano González León. Aunque debo confesar que primero vi la película y me gustó. Cuando fui al libro pensé que no me iba a gustar, pero resultó todo lo contrario auqnue siempre pensé que el final de la película era mejor que el de la novela. Siempre creí eso hasta que un día entrevisté al director y protagonista Iván Feo y él me aclaró que a él también le hicieron creer que el final de la película era mejor que el de la novela, pero no. “El final de la película es final del libro de Adriano, sin más ni más”, explicó Feo en una entrevista que fue radiada en un programa que tuve hace apenas un año y que olvidé el camino de regreso.

En esos años, cuando apenas tenía 17 o 18 años había escrito mis primeros cuentos y que están recogidos en El bolero se baila pegadito. Por aquella edad conocí a unos amigos de mi padre, Teresa y su esposo, unos estudiantes de los últimos semestres de Letras de la UCV. Al conocer de mi interés por la literatura, me hicieron una lista -que aún conservo- de los libros que debía leer si me interesaba la escritura.

La tarea me fue un poco pesada. Había muchos libros clásicos que eludía por los más contemporáneos. Era una cuestión de gustos y para colmo, empecé la universidad en la escuela de Economía. Recuerdo que había seleccionado Comunicación Social, en primera opción, Medicina y Economía, en segunda y tercera opción, respectivamente. Pero el CNU a ciegas decidió que mejor era Economía. Ahí comencé a leer otro tipo de libros. De sociología, de historia económica y de teoría política.

Y estando en el segundo semestre quedé becado por el Centro de Estudios Rómulo Gallegos para realizar el taller de narrativa que abandoné a la tercera semana porque se impartía en el mismo horario de las lecturas de El Capital de Marx. Y Marx mataba a taller de literatura, en aquella época, y fui expulsado del Celarg por inasistencia. Me llamó el director y me lo dijo sentado desde su escritorio. Y así reza en la breve nota curricular que aparece en la contraportada de El bolero se baila pegadito y al aparecer varios miembros de esta institución y egresados de ese taller se molestaron. Nunca entendí la falta de humor.

Cualquier cosa, comentario o foto pueden trasladarlo a uno a ciertas épocas. Esta vez fue una novela de un japonés.

Carta a Fidel del Che

[marzo 1965]
Habana
«Año de la agricultura»


Fidel:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.

Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.

Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.

Haciendo un recuerdo de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en tí desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.

Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.

Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.

Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para tí. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.

Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

Hasta la victoria siempre. ¡Patria o Muerte!

Te abraza con todo fervor revolucionario

Che

El credo del Che

Por Roque Dalton

El Ché Jesucristo
fue hecho prisionero
después de concluir su sermón en la montaña
(con fondo de tableteo de ametralladoras)
por rangers bolivianos y judíos
comandados por jefes yankees-romanos.
Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas
cuyo portavoz fue Caifás Monje
mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos
hablando en inglés militar
sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca
sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás
(Judas Iscariote fue de los que desertaron de la guerrilla
y enseñaron el camino a los rangers)
Después le colocaron a Cristo Guevara
una corona de espinas y una túnica de loco
y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla
INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices
Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma
y lo crucificaron con ráfagas de M-2
y le cortaron la cabeza y las manos
y quemaron todo lo demás para que la ceniza
desapareciera con el viento
En vista de lo cual no le ha quedado al Ché otro camino
que el de resucitar
y quedarse a la izquierda de los hombres
exigiéndoles que apresuren el paso
por los siglos de los siglos
Amén.

8.10.05

Julio Cortázar y el Che

CARTA A ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

París, 29 de octubre de 1967

Roberto, Adelaida, mis muy queridos:

Anoche volví a París desde Argel. Solo ahora, en mi casa, soy capaz de escribirles coherentemente; allá, metido en un mundo donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla, comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme, mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones. Entonces me llegó telefónicamente tu mensaje, Roberto, y entregué ese texto que debiste recibir y que vuelvo a enviarte aquí por si hay tiempo de que lo veas otra vez antes de que se imprima, pues sé lo que son los mecanismos del télex y lo que pasa con las palabras y las frases. Quiero decirte esto: no sé escribir cuando algo me duele tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente. La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que silencio, hasta quién sabe cuándo; si te envié este texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé cuánto querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París encontré un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como sin uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica. Y eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonará mi silencio, o lo entenderá mal, no me importa; en todo caso tu sabrás lo que siento. Mira, allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes, para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto que te cuento también me averguenza porque hablo de mí, la eterna primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de decir nada de él. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te envié antes de tu mensaje. Era mi única manera de abrazarte, a ti y a Adelaida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti también es esto, lo único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que estemos más juntos.

Che

Yo tuve un hermano.

No nos virnos nunca
pero no importaba.

Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.

No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.

Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre,

Julio